5/10/09

Durante los años ’40, la animación vivió una época dorada: los estudios la financiaban, la guerra ofrecía temas de variedad internacional, los rebeldes abrían sus propias productoras. Pero los tiempos cambiaron, y muchos de esos cortos son hoy vetados por supuestas incorrecciones políticas. Un ciclo como el de la semana que viene hace justicia, los rescata y devuelve sensatez a la situación.
Por Mariano Kairuz
("...") Para empezar, el corto El corazón delator, producción del estudio UPA, fundado en 1940 por desertores de Disney que se oponían a la línea realista de su ex empleador, y pusieron en marcha una nueva escuela gráfica súper estilizada que dio maravillas como ésta, adaptada de Poe y narrada por James Mason. Y para seguir, el primer combo de “prohibidos”: dos cortos producidos por la Warner en los años de gloria de su departamento de animación, protagonizados por un pequeño cazador negro y el minah, un raro pájaro parecido en el dibujo a un cuervo, que camina acompasadamente al ritmo de la obertura de La gruta de Fingal, de Mendelssohn. Del puñado de cortos que protagonizaron estos personajes a lo largo de los ‘40 se verán dos: Inki y el león e Inki el cavernícola, ambos del legendario Chuck Jones. Y, a decir verdad, es difícil discernir por qué se los ha acusado de promover estereotipos racistas: ese nene africano de labios prominentes y hueso en la cabeza no es el Africa, sino apenas un personaje selvático que hace reír por el timing perfecto de sus desventuras y sus accidentes físicos. El otro corto censurado, y recuperado por Nocturna, será el mítico Blanca Negrita y los Siete Negritos (Coal Black and de Sebben Dwarfs, 1943), de otro talento mayor de los Looney Tunes y las Merrie Melodies: Bob Clampett. Versión libre del cuento de los Grimm, musical de temas de jazz con voces de estrellas negras, sugerentemente sexual y repleto de alusiones a los tiempos de guerra que corrían (los siete enanos son soldados), se lo acusó de racista por la descripción grotesca de sus personajes –el príncipe “Encantao” tiene dos dados por dientes, y no faltó quien leyera en ese detalle de caricaturización el cliché del negro juerguero que cundía en algunas películas– y por la inclusión de una organización mafiosa que mata a sus víctimas “por un dólar, medio si son enanos, gratis si son japoneses (japs)”. Para algunos historiadores, se trata de la mejor obra de Clampett, que era amigo de varios de los músicos más importantes de la escena californiana y volcó acá su fanatismo por el hot jazz. Pero la paranoia generada por todo lo que recordara aunque fuera remotamente al blackface (las imitaciones de negros por blancos con las caras pintadas al carbón, a la manera de Al Jolson en el Cantor de Jazz), llevó a que hasta un recurso clásico del dibujo animado como era la cara carbonizada de un personaje que acaba de recibir un escopetazo frontal, fuera leído como un chiste racista. ("...")

Lee la nota completa en: http://recursosculturales.com.ar/blog/?p=812

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